Durante la década del 70 se vivió la era dorada de la Lucha Libre Peruana bajo la forma de “Caschascán”. Con un programa de televisión en horario estelar, una popularidad en aumento y miles de seguidores en todo el país, nadie se imaginó que esta era terminaría y su práctica relegada.
Ahora conoceremos la segunda parte de esta historia para entender qué sucedió.
“Del inglés catch-as-catch-can ‘agarra lo que puedas’, es en el Perú y otros países americanos el nombre de un deporte que estuvo muy de moda hace varias décadas”. Martha Hildebrandt
Tal como sugiere la controversial abogada, la mayoría de ciudadanos considera que la Lucha Libre es un fenómeno caduco en nuestra sociedad.
No podemos culparlos si tomamos en cuenta el giro que tomó la historia:
La década del 60 marcó la instauración de una dictadura militar de izquierda a cargo del General Juan Velasco Alvarado. Durante 1973, se decía que los ilustrados pensadores del gobierno subvaloraban al Caschascán y tenían a “Los Colosos” en su lista negra. La historia no especifica el motivo (aunque es posible que la presencia de cómicos populares tuviera algo que ver), así que podemos deducir lo sucedido con las pistas que tenemos.
La Lucha Libre Peruana se mantuvo en recintos como el Coliseo Nacional de la Victoria, el Coliseo del Puente del Ejército y, entre los años 73 y 78, en el Coliseo Amauta, pero ya lejos de las cámaras.
La falta de apoyo de los medios, por la presión de los intelectuales en el gobierno, desconectó al público. El Internet estaba a 20 años de ser creado y a 30 de masificarse. Fue difícil, pero el recuerdo de “Los Colosos” aún se mantenía en un público que buscaba eventos, sobre todo en Fiestas Patrias.
El fin de la dictadura militar se dio en 1980 cuando Francisco Morales Bermúdez, otro militar, convoca a elecciones generales tras derrocar a Velasco en el 75. Le sucedería el arquitecto Fernando Belaunde, fundador histórico del partido «Acción Popular», quien no tenía ningún tipo de interés negativo por la Lucha.
Tras 7 años luchando contra las sombras, El Cachascán tendría su revancha en los 80 y podría volver a la gloria, pero con una gran pérdida: Max Aguirre no llegaría a ver esta nueva oportunidad de regresar a la televisión pues fallece en 1978.
Si bien don Max no era el único promotor, sí era el único que sabía cómo enganchar al público de entonces, cómo negociar con empresas y cómo manejar el ego de los luchadores. Sin Aguirre hubo un vacío de poder intentando ser llenado por otros, incluso ex luchadores, pero sin mayor éxito. Los malos manejos financieros y la falta de experiencia provocaban pérdidas. Se empezó a (sobre)vivir de la nostalgia y ese mensaje no inspira a los fans.
A esta coyuntura se sumó la hiperinflación generada por la desastrosa administración del gobierno aprista, con Alan García a la cabeza desde 1985, y la incursión de grupos armados terroristas que mantuvieron en jaque al Estado. Los ciudadanos preferíamos quedarnos en casa a ser víctimas de la violencia en las calles.
Las funciones en el gran Coliseo Amauta, la Carpa Grau y el Coliseo Nacional estaban por concluir y los eventos se volverían cada vez más pequeños pasando a estadios distritales o parques de barrio.
Este es el escenario que les tocó vivir a leyendas como Rudy Chile, El Chiclayano, Pepe Pantera, El Enfermero, Sandokán, La Bestia, Atila, El Bruto de Cañete, El Cóndor, El Zorro, La Araña Negra, Tormenta, La Norkoreana, Barracuda, El Oso Griego, Robín Hood, Rayo de Oro y un sinfín de nombres más.
Concluida la turbulenta década ochentera, los 90 se levantaban con esperanza. Todavía faltarían un par de años para vencer a los grupos terroristas, pero el país tenía la oportunidad de recuperarse económica y moralmente. Sin embargo, el Cachascán como lo habíamos conocido no sobreviviría.
La incursión televisiva de la WWF y la WCW en canales locales brindarían una nueva visión de cómo vivir la experiencia de la Lucha Libre. El llaveo al ras de la lona y las mallas oscuras serían reemplazadas por las licras, cuero y movimientos aéreos que encandilaban a los nuevos fanáticos.
Si el Cachascán quería una oportunidad para sobrevivir, tendría que evolucionar, tendría que actualizarse a los nuevos tiempos. Sin Max Aguirre en el frente, sin el Vikingo, Rudy Chile o El Chiclayano en los estelares, sería una tarea complicada. ¿Como recibiría el nuevo milenio la Lucha Libre? ¿Quiénes serían los nuevos rostros?
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